La verdadera historia del Pan de Jamón

Miro Popic

Muchos creen que el pan de jamón se ha comido toda la vida en Venezuela y no es así.

Es más, aunque les duela a algunos Bolívar no comió pan de jamón. No pudo hacerlo porque en su época simplemente no existía.

Sobre el origen del pan de jamón existen muchas historias (la mayoría equivocadas debido a su carencia de rigor histórico e investigativo): desde su origen colonial y mestizo, hasta la de que fue el invento de un panadero italiano por allá en 1940 quien, en medio de una borrachera decembrina, le dio por confeccionar un cachito gigante.

Lo realmente cierto del origen del pan de jamón, es que no nació en la época colonial ni en el patio trasero de las casas de la época pues no existe registro histórico que lo avale.

No es entonces, una receta que se ha legado de generación en generación y que haya sufrido los cambios propios de su paso por el tiempo.

Es una creación de comienzos del Siglo XX, que poco a poco se fue transformando en una costumbre navideña hasta hacerse imprescindible cada diciembre.

Determiné que el pan de jamón fue creado en la panadería Ramella de Gradillas, por su dueño el médico Lucas Ramella.

Buscar el origen de este pan fue mi primera investigación en asuntos culinarios venezolanos, que culminó en “El libro del Pan de Jamón y Otros Panes”, editado por Ernesto Armitano, en 1986.

Por si no lo saben, el pan de jamón es exclusivo de nuestro país, se inventó aquí, se come sólo aquí y lleva el sello de nuestra identidad.

Una edición corregida, revisada y aumentada, salió en el 2014, en la colección Libros de El Nacional, con el título de “El Nuevo Libro del Pan de Jamón”.

El primer registro del pan de jamón es de diciembre de 1905. Apareció en un aviso de esa panadería, donde se ofrecía “pan con jamón”; y originalmente llevaba sólo jamón.

Al año siguiente, para la misma fecha, aparecieron similares ofrecimientos pero en otras panaderías de Caracas, como Montauban & Cía., y la panadería Solís, de los hermanos Banchs. Surgió luego la oferta de “pan de jamón” que, en ambos casos, solo llevaban masa de harina de trigo y jamón.

Se hacía con masa de pan sobado que se rellenaba con los restos del jamón de coleto que se planchaba luego de dejarlo remojando en una preparación que incluía vinos, clavos, piñas, canela, papelón, etc. Luego, las panaderías de la competencia, que eran muchas, imitaron esta creación y le fueron agregando pasas y aceitunas.

“Fue Ramella la que comenzó con el pan de jamón y luego siguieron las otras panaderías -me dijo don Luis Morales en 1982, cuando todavía era secretario de la Asociación de Industriales de Panadería, que él había fundado en 1955-. Este pan se hacía con jamón “Ferry”, que venía forrado en una capa que llamábamos “chapapote”. Después de los años 40 el pan de jamón comenzó a hacerse con jamón en lonja. Pero ya no era el mismo, ni la masa ni el relleno. Ahora todo es más industrial, tiene menos sabor, antes se hacía con verdadero arte”.

Otra panadería famosa era la “Solís” de F. Banchs & C.A., y algunos creen que fue allí donde se elaboró por primera vez y quien lo hizo fue el viejo Francisco Banchs, de origen catalán, llegado a Venezuela en 1890. Pero no es así. “Mi abuelo llegó de España en 1890 – me confesó su nieto, el Dr. Francisco Banchs- y era de profesión panadero, pero él no inventó el pan de jamón. Es más, en España no se conocía en esa época».

Panadería Solís

En la panadería de “Solís” comenzó a fabricarse a principios de siglo, pero no fuimos nosotros quienes lo inventamos, ya otra panadería lo había hecho antes, debe haber sido “Ramella”, como usted dice. Se hacía con jamón “Ferrys” y se picaba en cuadritos de un centímetro.

«Recuerdo muy bien porque yo era el encargado de cortarlo y pesarlo, yo era el pesador. Al pan de Bs. 1 se le ponían 30 gramos de jamón y 5 gramos de pasas, al de Bs. 2, 60 gramos de jamón y 10 gramos de pasas, y al de Bs.4, 120 gramos de jamón y 20 gramos de pasas. Eran panes por encargo».

«Recuerdo que todos los 24 de diciembre, entre las 4 y las 7 de la noche, la panadería se llenaba de gente buscando el pan de jamón. Hubo un año que cayó un tremendo palo de agua y muchos panes se nos quedaron fríos».

Normalmente las grandes recetas han nacido en las cocinas hogareñas y de allí han pasado a la cocina pública, a los restaurantes. Con el pan de jamón ocurre lo contrario. Desde sus orígenes fue un producto industrial que se transformó en tradición navideña.

La mayoría de la población se alimentaba con poco y solo en diciembre se daban el gusto de comer algo sabroso o de preparar las trabajosas hallacas.

El pan de jamón ha sufrido últimamente algunas alteraciones que van más allá de la receta original. Ciertas panaderías en vez de jamón de cerdo utilizan pavo, lo que es muy respetable en caso de aquellos que por cuestiones religiosas o prescripciones médicas, no pueden comer cochino.

Otros preparan versiones con masa de hojaldre, rica en mantequilla y más quebradiza.

También algunos lo hacen vegetariano.

He comido también panes rellenos con salmón ahumado, pero eso es ya otra cosa.

Para darle brillo, se pinta con huevo. Por mi parte, le pongo un melado de papelón cuando está dorándose en el horno. Le da ese toque dulzón que tanto nos gusta.

La primera prueba de que en Caracas existía el pan de jamón, la encontramos en el Nº 1826 del periódico “El Constitucional”, del 21 de diciembre de 1906, en un aviso a 3 columnas que dice: “Pan con jamón. Especialidades de la casa para los días de Pascuas, a 2, 4, 6, 8 reales, etc. Panadería de Sociedad Montaubán & C.A.”

No es sino a partir de los años ochenta, con la publicación de las primeras recetas en revistas y periódicos, que el pan de jamón comienza a hacerse en casa. En verdad no tenemos costumbre de preparar el pan en el hogar, salvo algunas familias andinas. Es más fácil adquirirlo en la panadería de la esquina.

Pero poco a poco esto ha ido cambiando y cada día son más los que se atreven a enharinarse las manos, entrarle de lleno a la cocina y hornearlo en casa justo el mismo día de la fiesta, para comerlo bien calentito, que sabe a gloria.

Para Juan Carlos Bruzual:

“…el pan de jamón es el único pan venezolano que recorre la fibra social de nuestro país, es decir desde las clases más pudientes hasta las más desposeídas o menos favorecidas comen pan de jamón en navidad, unos más costosos otros más económicos, pero todos los venezolanos comemos este pan en navidad, y así como recorre de arriba hacia abajo y se devuelve de abajo hacia arriba la fibra social, también atraviesa geográficamente de norte a sur y de este a oeste nuestro hermoso país, ese hecho en si mismo convierte al pan de jamón en un identificador de nosotros los venezolanos como pueblo, culturalmente el pan de jamón nos une en torno a una patria, a una nación con la que nos identificamos y de la cual nos sentimos orgullosos…”.

A los náufragos de Güiria no los mató el mar

Willy McKey / PRODAVINCI

«Alone», fotografía de Enrico Deputato | Flickr

Cadáveres flotando hasta las costas de Güiria. Uno. Dos. Once. Diecinueve. ¿Importa el número? Hasta la costa de la Península de Paria llegan cadáveres nuestros, muertos nuestros, flotando.

De ahí la corriente, mientras brazos anónimos los levantan en peso y los ponen a secar sobre las losas de concreto donde escurren de muerte ahogada, otra deriva los lleva hasta las pantallas de nuestros teléfonos, al WhatsApp, al cardumen que somos en las redes sociales.

Flotan.

No hay periodismo capaz de alcanzar el tamaño de la noticia.

Flotan.

Y aquello que flota se asoma porque no puede mantenerse oculto: sube, se pone a la vista, evidencia su volumen.

Muertos en el mar.

Nuestros muertos en el mar.

Muertos como los balseros cubanos del Período Especial. Muertos como los africanos que no sobreviven el paso final del Mediterráneo. Muertos y náufragos de una embarcación y de un país y de una esperanza que el mar transformó en duelo.

Muertos con sus caritas comidas por los peces y la sal, porque hay niños en este horror que indigna.

A los náufragos de Güiria no los mató el mar.

Huían de un país que los ahogaba, donde los hijos le dicen a los padres que tienen ganas de irse porque están flaquitos. Huían de un país que la política ha convertido en un peñero a la deriva y a punto de estallar contra la primera roca que lo hiera. Huían de un país donde no hubo lugar para vivir con la dignidad que alguien le prometió y ahora son alimento de los peces.

Ahora, en el paisaje de nuestra Historia contemporánea, tenemos niños muertos con sus caritas comidas por los peces.

A los náufragos de Güiria no los mató el mar.

Se lanzaron al agua buscando tan solo su derecho a una vida normal, atando esa misma vida a un hilo que ahora tiene que dolernos porque nos está apretando en la garganta, en el pecho, en las manos. En la culpa.

En una geografía de aguas inversa a la cubana, tenemos muertos que desde tierra firme intentaron alcanzar la isla que les quedaba más cerca, sin importar los problemas del idioma ni del desprecio, si aquello significaba poder comer y vivir honestamente del trabajo.

Y el gobierno de esa isla, con una crueldad que no podemos permitirnos olvidar, los devuelve al agua como quien se quita de encima un problema ajeno, convirtiendo la política exterior en una de esas planchas que en los barcos piratas equivalía a la pena de muerte.

A los náufragos de Güiria no los mató el mar.

Es una afirmación que debemos repetirnos como una oración, como un mantra, como un rito sonoro que nos ayude a soportar la pena de ver los cuerpos secándose a la intemperie, el día que en la Península de Paria se pescó la muerte de tantos.

Una península.

Viene a la memoria, de manera automática, la definición en tono escolar, con olor a tiza: una península es una porción de tierra rodeada de agua por todas partes, excepto por una que la une al continente.

Virgilio Piñera, poeta cubano, alguna vez se atrevió a definir las angustias de una isla como «la maldita circunstancia del agua por todas partes».

Hoy, después de los náufragos de Güiria, somos menos que ese verso de Piñera.

Caricatura de EDO: «Naufragio»

Somos una península a la que llegan nuestros muertos flotando y comidos por los peces.

¿Cuál es el brazo de tierra que nos mantiene pegados al continente, a eso que nos contiene?

¿Qué nos contiene?

¿Cómo se pide, en una mesa de redacción cualquiera, que se midan porcentajes de abstención o participaciones populares después de que estos muertos flotan hasta nosotros?

¿Cuál es la noticia que puede jerarquizarse por encima de este horror sin desenlace?

¿Que estamos muertos?

A los náufragos de Güiria no los mató el mar.

 

Una hamburguesa con Bayón

Germán Dam es un destacado periodista, especializado en la fuente más difícil de cultivar y de ejercer: sucesos.

Lleva 11 años desarrollando su profesión con éxito, al que ha contribuido su otro grado universitario como abogado.

Esa combinación periodista/abogado le ha permitido “morder” la noticia, hablar el lenguaje de la fuente que cubre, entender la estructura del sistema de justicia y los procesos judiciales, conocer la conducta criminal y descubrir las tramas cómplices del delito.

Por ello, habla y escribe con propiedad.

Recientemente, narró en su cuenta de Twitter .@GEDV86 una vivencia dura, peligrosa, valiente y audaz, inmersa en su diario trajinar del ejercicio profesional.

Pero también profundamente humana en su motivación.

Estas son sus líneas, forjadas en el crisol del periodismo de sucesos.

Una hamburguesa con Bayón

Corría el 2012, o 2013… ya no recuerdo. Era mediodía y estaba de guardia en .@CorreodelCaroni Iba a desglosar el material con el que trabajaría ese día, cuando recibo una llamada de “Zé Pequeño”.

Óscar José Mosquera Mina, alias “Ze Pequeño”.

«Hermanito, tenemos que hablar urgente«, me dijo.

Le pregunté sobre qué y respondió “debe ser personalmente”.

Me extrañó porque Zé Pequeño era mi fuente desde hacía muchos años y había extrema confianza entre ambos.

Acordamos almorzar en un viejo restaurante chino en Castillito, para tratar el misterioso asunto.

Llego al restaurante, paso a la sala principal y en la última mesa a la izquierda estaba esperándome el joven pran de Puerto Libre.

La comida estaba servida para dos; me dijo “comamos primero para luego hablar”.

Comimos arroz especial, lumpias y agridulce de cerdo.

Finalizado el almuerzo, “Zé Pequeño” -con cara de preocupación nunca vista- me explicó que «el jefe» había mandado a sacar del paso a mi amiga, mi hermana y compañera de trabajo .@MaisdulinY

La razón: «No le gusta como escribe de él. Se afinca mal«.

A .@MaisdulinY la conozco hace más de 15 años.

Estudiamos en la UCAB, luego fuimos colegas de Sucesos (ella en Nueva Prensa y yo en Correo del Caroní), después compartimos la fuente en el mismo medio.

Era mi día a día, nos peleamos, nos reconciliamos. Éramos nosotros.

Yo tenía que impedir la ejecución de esa orden a como diera lugar y lo primero que vino a mi cabeza fue pedir una reunión con «el jefe»… que era nada más y nada menos que “Gordo Bayón”, quien junto a “Capitán” eran los delincuentes más peligrosos de Ciudad Guayana para ese entonces.

En ese momento no me importó nada… yo metía (y meto) las manos por mi amiga. En el fuego si es necesario.

“Zé Pequeño” cogió su teléfono, se paró y se alejó de la mesa e hizo una llamada corta. Al regresar me miró aliviado y me dijo: «Esta noche vamos a verlo y le explicas«.

Nos despedimos a eso de la 1:30 de la tarde tras acordar que lo buscaría en Puerto Libre a las 7:00 de la noche, sin falta y puntual.

Llegué al periódico y comencé a escribir la pauta del día. Las horas pasaban lento y en mi mente sólo imaginaba todos los posibles escenarios de la reunión.

Sin decirle nada a nadie -porque sabía que las respuestas me dejarían más asustado que valiente- salí de mi segunda casa y me enrumbé a Castillito.

Llegué a casa de “Zé Pequeño” y nos fuimos a la reunión con “Gordo Bayón”, en un barrio vecino: La Curva de Castillito.

Conduje hasta la cancha de futbolito, ubicada en lo más alto del cerro. Allí me indicó que estacionara. Nos bajamos y cruzamos la cancha, después de saludar de puñito a 2 jóvenes armados con ametralladoras.

Nos ubicamos cerca de una torre de alta tensión y esperamos.

La vista del río Caroní a esa hora y desde ese punto, era impresionante.

«Si algo malo pasa, por lo menos me iré con una bonita visión«, pensé.

No pasaron 10 minutos cuando llegó una Toyota 4Runner y se estacionó delante de mi camioneta.

De ella descendió un hombre alto y flaco, vestido con una camisa azul manga corta, bluyín y zapatos casuales marrones. Corte de cabello bajo y lentes.

En su espalda llevaba terciado un fusil Steyr AUG y en la cintura una Beretta F92. Llegó sin escoltas. Ese flaco era “Gordo Bayón”.

Saludó a todos con un choque de mano y luego de puños y se acercó hasta donde me encontraba. Mi corazón latía a mil -literalmente porque sufro de hipertensión- pero no podía, ni quería demostrar miedo.

Yorman Pedro Márquez Rodríguez, alias “Gordo Bayón”.

“Gordo Bayón” me dijo: «Querías hablar conmigo y aquí estoy«.

Sin titubear, sin gaguear, sin demostrar miedo, le expliqué que ni ella ni yo teníamos algo en su contra. Le expliqué detalladamente cómo los periodistas hacen su trabajo, cómo van a las fuentes, cómo llegan a la información que sale publicada en los medios.

También le cuestioné que tanto ella como yo escribíamos de él, su socio y su banda cuando tocaba hacerlo por equis o ye caso, pero que sus amenazas iban sólo contra ella y no contra mí.

Contra todo pronóstico, el entendió y me dio la razón.

Sacó su teléfono, hizo una llamada para frenar la orden contra Maisdulin y me prometió que nada le pasaría.

Como muestra de «buena fe», me pidió que cenara con él y su gente en el mismo sitio donde estábamos.

Comer para salvar a una amiga, ¿quién diría que no?

“Gordo Bayón” sacó un fajo de billetes y se lo dio a uno de los muchachos.

«Gordo Bayón»: «Como muestra de buena fe, cena conmigo».

«Compra todo eso en hamburguesas. Para mí, un refresco de uva y Coca-Cola para el resto«, ordenó.

Durante esa media hora hablamos de todo. “Gordo Bayón” me llamaba licenciado y yo le pedía tutearme.

Las hamburguesas llegaron. Especiales para él, para “Zé Pequeño” y para mí, y sencillas para el resto del grupo. Igual pasó con el refresco de uva y la Coca-Cola.

Terminamos la cena, cada quien cogió su camino y más nunca lo vi.

De eso ya 7 años, o 6… ya no recuerdo.

Gordo Bayón muerto, “Ze Pequeño muerto” y yo fuera de mi amada ciudad.

Esta es una historia que ni .@MaisdulinY sabe -hasta que lea este hilo- pero que mi memoria decidió sacar a flote hoy y coordinó con mis dedos, para traerla a ustedes.

NOTA DE SALA DE INFORMACIÓN

¿Quién fue “Gordo Bayón”?

Yorman Pedro Márquez Rodríguez, alias “Gordo Bayón”, fue un sujeto de 30 años con un extenso prontuario por homicidios, tráfico de sustancias estupefacientes, sicariato, extorsión, pranato minero y posesión de armas de guerra.

El 7 de mayo del 2012 fue ingresado a la nómina fija de Sidor, pese a tener orden de captura por triple homicidio y porte ilícito de armas de fuego.

En ese entonces el presidente de la siderúrgica fue el coronel Rafael Gil mano derecha del gobernador, general Francisco Rangel.

En Sidor, “Gordo Bayón” fue incorporado a la Alianza Sindical –dirigida por José Meléndez e identificada con el Frente Bolivariano de Trabajadores- corriente afecta al gobernador Rangel.

Fue representante de los tercerizados de Sidor y actuó como el enlace entre ellos y el gobierno de Chávez.

El 11 de mayo del 2012, “Gordo Bayón” –a solo cuatro días de haber ingresado a Sidor- se presentó ante el Ministerio Público por la investigación de un triple homicidio en Vista Alegre, San Félix, el 29 de febrero de ese año.

Fue llevado ante un juez de control, quien ordenó privativa de libertad y reclusión en la cárcel La Pica (Monagas).

Esa orden no se cumplió y quedó recluido en una comisaría en Puerto Ordaz.

El 2 de agosto de ese año, fue llevado de nuevo ante el Tribunal Tercero de Control, cuyo juez ordenó libertad bajo régimen de presentación y prohibición de salida del estado Bolívar.

Ese mismo día y a pesar de tener prohibición de salida del estado, viajó a Caracas para reunirse en Miraflores con Chávez. Fue atendido por el entonces vicepresidente, Elías Jaua.

Lo hizo en un avión Beechcraft B200 siglas YV 2452, que partió desde el hangar de la gobernación en Ciudad Bolívar, rumbo a La Carlota. Esta información nunca fue desmentida.

Gordo Bayón” y “Capitán”, fueron cabecillas de una de las bandas que supuestamente recibió más apoyo de parte de la gobernación de Bolívar.

Para el 2013 la banda tenía una gran organización logística y de combate, financiada por los ingresos de sus actividades criminales en Ciudad Guayana: venta de drogas y armas, y el robo de carros y bancos.

Estos delitos contaban con el apoyo de funcionarios de rangos altos, medios y bajos, según fuentes policiales y militares.

“(…) no hay cartuchos para los funcionarios policiales, pero existe un grupo dentro del gobierno regional que está armando a los delincuentes, entregándoles zonas de responsabilidad en los sectores populares”, denunció el entonces comisario jefe del Sebin, José Lezama.

“Gordo Bayón”

“Gordo Bayón”, fue asesinado en Caracas la noche del 02 de junio del 2014, luego de participar en una reunión que el Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Siderúrgica y sus Similares (Sutiss) sostenía con el gobierno, para discutir incumplimientos de la contratación colectiva de Sidor.

Su homicidio fue confesado por un jugador del Minerven Bolívar Fútbol Club, quien robaba bancos y comercios: Eduardo José Natera Balboa, alias “El Pelón”, quien se atribuye con orgullo el asesinato de “Gordo Bayón”.

Hoy lidera la Organización 3R o Fundación RRR, en Tumeremo y se encuentra entre los 10 más buscados por el Cicpc.

En entrevista para Transparencia Venezuela, confesó: “Yo quebré a “Gordo Bayón”.

Tras el asesinato de “Gordo Bayón”, el mando recayó en “Capitán” quien llevó las riendas de la banda los siguientes cuatro años, hasta que el 27 de octubre del 2018 fue abatido por funcionarios de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim), en el estado Miranda.

Recién regresaba al país después de hacer viajes de “negocios” a España y Guatemala.

Hoy la banda fundada por “Gordo Bayón” y Capitán”, la lidera Ronny Colome Cruz Yackson, alias “Ronny Matón”.

Según “El Pelón”, “Ronny Matón” controla el pranato minero “él solo tiene una parte en Guasipati y otra en El Callao; pero no más de ahí, porque hay grupos igual de fuertes y se lo impedimos”.

¿Quién fue “Capitán”?

“Capitán” amenazó de muerte al diputado Américo De Grazia.

Phanor Vladimir Sanclemente Ojeda, alias “Capitán”, quedó al mando de una de las bandas más grandes y peligrosas del estado Bolívar, cuando Yorman Pedro Márquez Rodríguez, alias “Gordo Bayón”, fue asesinado en Caracas.

“Capitán” tenía orden de captura por homicidios, tráfico de drogas, extorsión, sicariato y comercio ilegal de oro, amparado por las autoridades, según fuentes policiales.

“Gordo Bayón” y “Capitán”, otorgaban ingresos y despedían personal de Sidor y en sus empresas contratistas.

En Puerto Ordaz eran custodiados por Patrulleros del Caroní, la policía oficial de la alcaldía de Caroní (Ciudad Guayana).

En su momento, “Capitán” amenazó de muerte al diputado Américo De Grazia tras destapar la olla de la masacre de Tumeremo del 5 de marzo del 2016.

Ronny Yackson Colomé Cruz, alías “Rony Matón”.

La mañana del sábado 27 de octubre del 2018, funcionarios de la contrainteligencia militar dieron con “Capitán” en Miranda y lo mataron.

Con la muerte de los 2 «fundadores» de la banda -“Gordo Bayón” y “Capitán”- ahora el líder de la mayor banda en Bolívar es Ronny Yackson Colomé Cruz, alías “Rony Matón”.

El segundo al mando es el exfuncionario de la Policía del estado Bolívar, Plesklin Wladimir Gómez Beria.

¿Quién fue “Zé Pequeño”?

Óscar José Mosquera Mina, alias “Ze Pequeño”, fue un delincuente quien lideraba una banda cuyo centro de operaciones fue el sector Puerto Libre, en Castillito (Puerto Ordaz).

En su prontuario destacan varios homicidios, de ejercer el pranato en las zonas mineras del sur del estado Bolívar y de comandar un peligroso grupo de extorsionistas y sicarios.

Estuvo solicitado por los tribunales segundo y cuarto de control, por robo, extorsión y sicariato.

“Ze Pequeño” fue abatido por la policía en junio del 2017, en la calle dos de Puerto Libre.

Integraba la lista de los diez bandidos más buscados de Ciudad Guayana.

De izquierda a derecha «Gordo Bayón», «Capitán» y «Ze Pequeño».

En defensa del odio

ALBERTO BARRERA TYSZKA, Efecto Cocuyo

Creo que alguna vez conté esta historia pero, ahora, igual viene al caso. Ni modo. La memoria vive de repetir los recuerdos.

Mi hija Camila tenía cinco años y estaba en kinder o preparatoria. Un miércoles, cuando la fui a buscar, salió de la escuela con una mueca de tristeza y de seriedad en la cara.

Le pregunté qué había pasado y, con gran naturalidad, me respondió: “creo la maestra me odia”.

Yo me  preocupé y comencé a tratar de indagar si había ocurrido algo en concreto, por qué decía eso.

Camila me relató una versión de su jornada escolar donde la maestra siempre la regañaba, la criticaba delante de todos, la castigaba sin motivo…

Yo continué preguntado, de forma cada vez más incisiva.

Cuando Camila comenzó a sentir que mi angustia iba en aumento, se detuvo y, nuevamente, con naturalidad, como deseando darme calma,  me dijo: “tranquilo, papá. Ella me odia. Pero yo la odio más”.

Esa fue una de las primeras enseñanzas que me ha dado mi hija en su vida.

Recordé la escena apenas vi a Tania Díaz, en representación de la ANC, junto a Tarek Williams Saab, entregándole al fiscal un “exhorto que exige a las autoridades el cumplimiento de la ley contra el odio”.

Se trata, por supuesto, de una maniobra más para censurar y reprimir a todo aquel que pretenda cuestionar lo que ocurre.

La diputada mostró varios ejemplos de mensajes que promueven la violencia y afirmó que sus autores “intentan sembrar la semilla de odio en el pueblo venezolano”.

Somos una nación en la que todos caben”, sentenció con impasible desparpajo.

El oficialismo habla como si en esta historia todos fuéramos nuevos. Como si apenas ayer hubiera empezado el país. Su discurso siempre parece un involuntario homenaje a Eugène Ioneso.

Los funcionarios del régimen han hecho de la vida pública, un interminable ensayo del peor teatro del absurdo.

Obviamente es cierto que la comunicación pública requiere responsabilidad. Con las redes sociales, a veces, pasa lo mismo que con el alcohol. Así como hay gente que tiene “mala bebida”, que de pronto con unos tragos de más se pone belicosa e impertinente, también hay quienes tienen “mal twitter”, quienes ante el teclado y la pantalla sufren una repentina transformación y escriben sin filtros, desahogando todo lo que cruje en su interior.

Pero eso aplica de manera cabal, y a veces con mucha más precisión, para los nuevos sacerdotes de esta inquisición.

Bastaría, por ejemplo, mencionar que Tania Díaz, en comparsa con Alberto Nolia, pasó un buen tiempo repartiendo pacíficas sornas y cinismos en un programa de VTV que llevaba el beatífico nombre de “Dando y dando”. O recordar los testimonios de las reporteras que fueron amenazadas, perseguidas y agredidas por Tarek Williams Saab, cuando era gobernador y no soportaba ningún tipo de periodismo independiente.

Como en tantos otros casos, el origen del problema no está en lo que se siente sino en lo que se hace con ese sentimiento.

Pasa lo mismo con los deseos. Están ahí. Existen. Respiran debajo de los huesos. Nadie los puede cancelar.

El odio también es parte de nuestra condición. Es tan humano como el cariño o la envidia. Como el hambre o las ganas de orinar.

El odio no es invariablemente una elección, no tiene por qué formar parte de una deliberada decisión por dedicarse al mal.

Todo, por suerte, es mucho más complejo.

También se odia por desesperación, por supervivencia, por indignación. También se puede odiar en defensa propia.

No nos pueden prohibir odiar la hipocresía, odiar la desigualdad, odiar el abuso de poder.

Ese odio que siente cualquier venezolano, que tiene el estómago apretado y la nevera vacía, al ver a Nicolás Maduro con su señora, engullendo felices un pedazo de carne en uno de los restaurantes más caros del mundo, ¿no es acaso un sentimiento natural e ineludible?

Se trata de la misma persona que, con todos sus kilos de más, asegura en la televisión inglesa que en Venezuela no hay hambre. Si estás desnutrido y lo escuchas: ¿qué sientes?

Hay un odio digno, un odio catártico, un odio inevitable, que nace del dolor y de la impotencia. Un odio que es una reacción lógica ante el odio institucionalizado por los poderosos.

¿Qué puede sentir una madre cuyo hijo, menor de edad, fue asesinado en un OLP?

¿Qué puede sentir un ciudadano al ver las pruebas de vejaciones y torturas a los presos políticos?

¿Qué puede sentir cualquiera ante la muerte de un familiar o de un ser querido por falta de insumos médicos en un hospital?

¿Qué puede sentir la mayoría de los venezolanos, condenada a la miseria por un grupo de privilegiados que ha saqueado las riquezas del país, secuestrado sus instituciones, e impuesto su propio orden por la fuerza?

Se puede sentir rabia, frustración, tristeza… pero también odio. Un jugoso, enorme y absolutamente legítimo odio.

El régimen no puede tener control sobre el lenguaje.

Por el contrario, en la retórica oficialista las palabras se pudren cada vez más rápidamente.

Hablan de paz mientras sus bandas armadas disparan contra cualquier manifestación popular.

Hablan de justicia mientras se hacen ricos vendiéndole comida a los pobres.

Hablan de amor mientras niegan la crisis y tratan de silenciar los gritos de sus víctimas.

Y encima… pretenden inhabilitar el odio.

Es otro imposible.

Es parte irremediable del cambio.

Y ninguna ley puede detener a una mayoría empeñada en odiar la opresión, la injusticia y la impunidad.

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ALBERTO BARRERA TYSZKA: escritor venezolano. Premio Herralde de novela 2006. Premio Tusquets de novela 2015. Articulista en The New York Times en español, y de Efecto Cocuyo.

Srdja Popovic: “En la política y el fútbol, si quieres ganar tienes que tomar la ofensiva”

José Ignacio Hernández G., Prodavinci

En octubre de 1998, Srdja Popovic participó en la fundación de Otpor!(¡Resistencia!, en español), en el marco de las protestas contra el régimen de Slobodan Milosevic en Serbia. Inspirados en las ideas sobre protestas no violentas de Gene Sharp, el movimiento tuvo un importante rol en la derrota de Milosevic en el 2000.

Posteriormente, Popovic fundó el Centro para la Aplicación de Acciones y Estrategias No Violentas (CANVAS), dedicado a difundir el estudio de los mecanismos no-violentos para enfrentar autocracias y promover cambios hacia la democracia.

En apretada síntesis, la tesis de la que parte CANVAS, es que los mecanismos no violentos de protestas tienen mayor probabilidad de lograr cambios democráticos en la medida en que incidan sobre los pilares que soportan a los regímenes autoritarios.

Asimismo, insisten en la necesidad de enfocar protestas proactivas, no meramente reactivas. De allí la importancia de diseñar estrategias basadas en narrativas que expliquen cuál es la visión del futuro, vale decir, cuál es el cambio que desea promoverse a través de la protesta no violenta.

En el 2017, junto con Slobodan Djinovic, publicó un artículo en el que daba una serie de recomendaciones para reorientar las protestas que entonces se realizaban en Venezuela.

El país, escribía, podía ser salvado de una catástrofe, pero bajo determinadas condiciones.

Desde entonces muchas cosas han cambiado en Venezuela. La instalación de la Asamblea Nacional Constituyente llevó a la elección presidencial, en mayo del 2018, la cual fue desconocida. La crisis económica y social ha empeorado, generando una inédita diáspora.

Hoy no queda tan claro cuál es la ruta para salvar al país de una catástrofe, ni por qué las protestas del 2017 no lograron promover un cambio político en Venezuela.

De allí la importancia de entrevistar a Popovic, a los fines de conocer sus impresiones sobre la situación venezolana, en perspectiva con otras experiencias similares.

¿Por qué estima usted que las protestas del 2017 no pudieron promover un cambio democrático en el país?

Un punto importante en las protestas del 2017 es que la oposición estaba unida en torno a un objetivo común.

Sin embargo, para promover un cambio político, en casos como el venezolano, es necesario lograr la coordinación de cuatro actores claves.

El primero, por supuesto, son los partidos políticos en la unidad. Sin embargo, sin un apoyo popular claro, las acciones de los partidos políticos pueden ser valoradas como decisiones adoptadas por élites, lo que reducirá su efectividad y fracturará la unidad.

El segundo actor es la sociedad civil organizada, en especial, a través de ONG, sindicatos y organizaciones, quienes deben estar alineados en la estrategia para promover el cambio.

El tercero es la comunidad internacional, y en especial Latinoamérica, que debe estar igualmente coordinada en una estrategia para lograr el cambio político.

El cuarto actor debe ser la diáspora que ha incrementado por la migración forzosa de venezolanos que huyen de la crisis venezolana.

Por ello, las protestas masivas no son suficientes para promover el cambio político en Venezuela, pues se requiere la acción conjunta de otros actores.

Las protestas masivas pueden degenerar en actuaciones violentas y desordenadas, lo que puede promover el incremento de la represión y de las medidas autoritarias, todo lo que puede terminar “desestimulando” las protestas.

De allí la importancia de tener una visión a largo plazo que logre la acción coordinada de estos cuatro actores. Además, no basta con promover la movilización de las personas que apoyan el cambio político, también es necesario influenciar a quienes se oponen a ese cambio y, en especial, a los funcionarios que son el soporte del gobierno, como -por ejemplo- funcionarios del Poder Judicial y del propio gobierno.

Luego de la cuestionada elección presidencial del 20 de mayo, ¿cuál, a su manera de ver, debería ser la estrategia de la oposición venezolana?

Hay distintos ejemplos históricos que permiten comprender mejor cómo elecciones que no son reconocidas pueden promover el cambio político.

Cuando no hay condiciones electorales, la oposición puede optar entre abstenerse de participar en la elección o presionar por el cambio del sistema electoral.

Pero si la oposición no tiene una estrategia unitaria –con algunos actores participando y otros absteniéndose– es difícil que se produzca algún cambio.

Otra opción es organizar elecciones paralelas, que aun cuando no serán reconocidas por el gobierno, pueden ayudar a organizar movilizaciones no violentas.

Esto puede ser más efectivo que el boicot electoral, que requiere un alto grado de organización y coordinación. Además, promover elecciones paralelas como mecanismo de movilización resulta siempre mucho más efectivo que esperar sentado a que el cambio político se produzca.

En todo caso, también es necesario documentar los abusos cometidos en la elección. No es lo mismo denunciar un fraude electoral que probar el fraude de manera objetiva. Ello puede ayudar a organizar protestas en torno a las elecciones fraudulentas.

En resumen, cuando las elecciones son fraudulentas, las estrategias más efectivas son participar en la elección exigiendo condiciones más justas o promover elecciones paralelas como herramienta de protesta ante las pruebas de fraude.

Pero como en el fútbol, si quieres ganar, tienes que tomar la ofensiva. No se puede ganar solo en una posición defensiva.

¿En qué medida la crisis económica y social puede ser relevante para el cambio político?

Las protestas del 2017 fueron principalmente políticas. Y en Venezuela no solo la política debe ser reformada. La crisis económica, marcada por la hiperinflación, es un componente que puede movilizar a las personas con mayor facilidad que las motivaciones puramente políticas.

Pero ello requiere un plan que, con claridad, explique cómo puede solucionarse la crisis económica.

No basta con proponer salir del gobierno porque es malo.

Es necesario explicar cuál es el plan para solucionar la crisis.

Venezuela es, probablemente, un lamentable caso de estudio de cómo un país con grandes recursos naturales puede sumergirse en una crisis devastadora por erradas políticas públicas.

Pero ello requiere explicar cuál es el modelo económico alternativo que Venezuela necesita. Y para construir ese modelo se requiere un amplio consenso político y social.

Otra estrategia, es que la oposición junto con las ONG’s organice mecanismos para proveer bienes y servicios que el Estado no puede suministrar por la crisis. Esto permitiría ampliar la estrategia política a la estrategia económica y social.

¿Por qué las estrategias no violentas de protesta suelen funcionar mejor que las estrategias violentas de protesta?

Hay pruebas científicas que señalan que las estrategias políticas no violentas son mucho más efectivas que las estrategias violentas, como han demostrado Erica Chenoweth y Maria J. Stephan.

Pero hay también razones de sentido común.

Si quieres luchar contra un régimen autoritario, no es razonable tratar de luchar con mecanismos violentos, pues en ese terreno el régimen es más fuerte. Por el contrario, es necesario implementar estrategias en las que el régimen sea débil, como es el caso precisamente de las protestas no violentas.

Si quieres retar a Mike Tyson no es razonable que lo hagas en un ring de boxeo: intenta más bien hacerlo jugando ajedrez.

El problema en Venezuela es que las personas están desesperadas, y la desesperación lleva a la rabia, y ello puede incentivar acciones violentas, todo lo que puede complicar la implementación de mecanismos de protesta.

Por eso es importante diseñar estrategias que generen esperanza en los venezolanos, pues ello incrementa la probabilidad de ejecutar efectivamente mecanismos no violentos de protesta que puedan promover el cambio político, disminuyendo los riesgos que atentan contra la vida y la integridad personal de los venezolanos.

Por todo lo anterior, lo importante es diseñar una estrategia unitaria basada no solo en protestas, también en mecanismos inteligentes que disminuyan riesgos personales. Esa estrategia debe ser capaz de transmitir cuál es el cambio que se quiere producir.

¿Cuál es el rol de la justicia en procesos de transición democrática?

El rol dependerá de cada situación. Desde un punto de vista es fundamental defender la justicia, especialmente en casos de violaciones de derechos humanos. Pero también es necesario promover mecanismos de reconciliación, y allí la justicia transicional podría funcionar.

En este sentido, podría además alinear los intereses de quienes apoyan al gobierno, quienes podrían estar dispuestos a colaborar en un proceso de transición para beneficiarse de los incentivos de dicha justicia.

La justicia transicional debería formar parte de una estrategia clara, que defina cómo puede promoverse la transición como sucedió, por ejemplo, en Filipinas o Túnez.

Lo importante no es tanto la justicia transicional en sí, sino la estrategia para promover la transición democrática.

LA ESPERA

Leonardo Padrón, Caraota Digital

Todos caben en la sala de espera. Le vamos haciendo espacio al ánimo o al pesar que cada quien trae.

Somos treinta millones sentados, de pie o deambulando en esta incertidumbre.  Todos en el mismo espacio donde se suelen aguardar las buenas noticias.

¿Qué día finaliza la devastación? ¿En qué momento se abrirán todas las celdas? ¿Cuánto falta para regresar?

Esperar es un vicio peligroso.

Somos treinta millones y un deseo acorralado. Treinta millones de personas bajo veinte años de ostracismo.

Venezuela está en fase terminal y todos esperamos algo que se parezca a un milagro. Un milagro que debemos confeccionar nosotros mismos. Mientras tanto, esperamos.

Al menos una vez al día escucho la frase en boca de algún compañero de pasaporte: “Falta poco”.  Y entonces todo depende de la cantidad de optimismo que aun te quede en el tanque o de la calidad de la información que manejes. Ya son muchos años diciendo que falta poco.

Es como si todos estuviésemos en una enorme sala de espera. Como si esperáramos el sonido de aviones en el cielo que traen la liberación. ¿Qué esperamos?

Que las cosas cambien. Y las cosas son la vida. Esperamos que vuelvan el pan y el agua. La electricidad y el sueño.

Que recuperemos alguna rutina. Que se retire la tristeza. Que la justicia llegue. Que la oposición recupere la cordura. Que ocurra la implosión del régimen.

Que Diosdado le cuente a la justicia universal los desmanes de Maduro. Que Maduro le confiese a algún tribunal internacional los delitos de Diosdado. Que el proyecto se agote en su envilecimiento. Que las calles vuelvan a hablar.

¿Pero quién pone los muertos esta vez? ¿Quién organiza el descontento? ¿Quién espanta la resignación? ¿Esperamos por el líder que sea mejor que todos los líderes anteriores?

Hay un silencio ruidoso que espera por la sensatez. Que ocurra, que aparezca, que venga de alguna parte.

“Falta poco”, vuelvo a escuchar.

“Muy pronto regresaremos”, dice el venezolano que reparte comida en Madrid, que vende arepas en las calles de Chile, que maneja un uber en Miami, que espera en todas las ciudades que no son la suya.

Esperar que no haya que esperar mucho.

El deseo colectivo está allí, malogrado por nuestros propios errores. Mientras, la banda criminal aplaude el desatino de nuestros dirigentes. Sus colmillos gotean placer. Y nos volvemos invisibles en el deseo.

Mi médico, con el que me hago el examen de próstata anual; ¿dónde está? Mi odontólogo de toda la vida, ¿esperará por mí?

El kioskero que todos los domingos me comentaba mi artículo, ¿sigue allí?, ¿o fue barrido por la desgracia?

Esperar que la justicia llegue. ¿Y si toma el camino más largo? ¿Y si se extravía en el camino?

¿Esperar sirve?

La resignación es la calle ciega de la esperanza.

De nuevo alguien me dice: “falta poco”.

Esperamos volver a vernos en los mismos lugares donde la costumbre hacía país. Allí donde antes quedaban las calles y hoy habita el miedo y la pesadumbre.

En las panaderías, en los restaurantes, en los juegos de beisbol, en las ferias de libros, en el mar. En el clima de mangas cortas y risa tronante que éramos. En el cielo caribe de nuestra nostalgia. Hay una biblioteca entera de lugares comunes que ensalzan la virtud de esperar.

Me quedo con la frase de André Giroux: “El infierno es esperar sin esperanza”.

Si no hacemos algo, cada vez habrá que esperar más.

Los riesgos de las criptomonedas

Giovanni E. Reyes, PORTAFOLIO

Tanto de manera informativa, como por parte de contenidos sensacionalistas, se ha dado a conocer el “gran éxito” que tienen quienes invierten en criptomonedas.

El bitcóin es una de ellas, mas no la única.

Se ha realizado un notable despliegue publicitario con el fin de apalancar el dinamismo de la compra, de la demanda de criptomonedas: “invierta Usted, no se quede atrás cuando todos se están haciendo millonarios”.

Como ha ocurrido en otras ocasiones, esto puede terminar de manera súbita en una gran estafa.

Son varios los riesgos que están en juego y los casos, para citar sólo aquellos pertenecientes a la historia inmediata, están a la evidencia. Véase por ejemplo cómo en el  2004, en Australia, tuvieron que cerrar operaciones, tres medios criptos. Lo hicieron cuando la Comisión Australiana de Inversiones y Activos Financieros (ASIC) estableciera el requisito de licencias financieras para operar estos servicios.

Entre los aspectos que se deben tener en cuenta al momento de invertir en criptomonedas, es que no constituyen -por lo general- ni medios de pago ni de inversión.

Esto hace que las “inversiones” en criptos, tengan la presión de la convertibilidad. Es evidente que mientras usted puede entregarles sus pesos, dólares, euros o yuanes, y recibe criptos, la cosa va bien para los captadores. Ellos se hacen con circulantes que sí son reconocidos.

El problema de estas pirámides globales, que pueden desembocar en gigantescas estafas, es que quien tiene los criptos tarde o temprano requiere que se conviertan a monedas de uso oficial o reconocido.

Este es el problema central.

Quienes tienen su plata no estarían dispuestos a devolverla, no al menos con los ritmos que si lo hacían en un inicio de las operaciones.

Eso de las fases iniciales favorables desde luego, ocurre a fin de convencer a más gente acerca de las “bondades” de los medios cripto.

Al no ser reconocidos como medios de pago o de inversión en los países, las monedas criptos no cuentan con respaldo.

Al momento de que una crisis se presente en estos sistemas ¿quién responde?

No espere que lo haga un medio de control monetario, tal el caso del Banco de la República en Colombia, por ejemplo, o en general en los bancos centrales de los países.

Nadie responde y, por tanto, no se puede acudir a instancia legal alguna, toda cuenta que se trata de inversiones en medios no reconocidos.

¿Es probable que el negocio de los medios criptos pueda caerse sin previos avisos? Sí, es muy probable.

El rasgo inconfesado es que los cripto se prestan para lavado de activos, para la creación de burbujas y con todos los riesgos, para extraerle a usted sus recursos, con la ilusión de que los mismos se multiplicarán como panes y peces.

Los escenarios esenciales estarían montados para que no se pueda descartar, del todo, el desenlace de una potencial estafa globalizada.

Giovanni E. Reyes,
Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard.
Profesor Titular y Director de la Maestría en Dirección de la Universidad del Rosario.

Por qué Marx se equivocó

Carl Bildt, Project Syndicate

Traducción: Esteban Flamini

El bicentenario del nacimiento de Karl Marx generó una oleada de interés en su obra, e incluso la inauguración de una estatua en su ciudad natal de Trier (Alemania).

En una celebración del marxismo en Beijing, el presidente chino Xi Jinping declaró que “Como una espectacular salida del sol, la teoría iluminó a la humanidad en su exploración de la ley de la historia y en su búsqueda de liberación”.

Añadió que Marx “Señaló con su teoría científica, la dirección hacia una sociedad ideal sin opresión ni explotación, donde cada persona disfrute de igualdad y libertad”.

Xi pronunció sus palabras en la China “marxista”, así que los asistentes no tenían más opción que estar de acuerdo.

Pero ese mismo día en Trier, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, también tuvo palabras bastante elogiosas:

“Hoy [Marx] representa cosas de las que no es responsable y que no provocó, porque mucho de lo que escribió luego fue tergiversado”.

No está del todo claro qué habrá querido decir Juncker.

No olvidemos que el marxismo infligió un sufrimiento incalculable a decenas de millones de personas, obligadas a vivir bajo regímenes que agitaban su bandera.

Durante gran parte del siglo XX, el 40 % de la humanidad padeció hambrunas, gulags, censura y otras formas de represión a manos de quienes se decían marxistas.

Parece que en su discurso, Juncker hizo alusión al contraargumento típico de que las atrocidades del comunismo en el siglo XX se debieron a alguna distorsión del pensamiento de Marx, de la que no se lo puede hacer responsable.

¿Es válido este argumento?

Marx se pasó la mayor parte de la vida analizando la economía política de los países de Occidente que a mediados del siglo XIX estaban en proceso de industrialización.

Pero su importancia histórica le debe más a sus ideas para el futuro, y a las consecuencias que tendrían para la sociedad. Por eso, no es posible analizar su legado sin tener en cuenta esta parte de su pensamiento.

Marx consideraba que la propiedad privada era el origen de todos los males en las nuevas sociedades capitalistas de su tiempo.

Creía por consiguiente que su abolición era el único modo posible de curar las divisiones sociales de clase y garantizar un futuro armonioso.

Su colaborador Friedrich Engels afirmó más tarde que bajo el comunismo, el Estado mismo se volvería innecesario y se “extinguiría”.

Estas afirmaciones no se decían como conjeturas, sino como predicciones científicas acerca del futuro.

Pero está claro que eran sinsentidos; y el tiempo demostró que la teoría marxista de la historia (el materialismo dialéctico) estaba equivocada, y que era peligrosa en prácticamente todos sus aspectos.

El gran filósofo del siglo XX Karl Popper, uno de los más fuertes críticos de Marx, lo llamó con razón “falso profeta”. Y por si hicieran falta más pruebas, aquellos países que en el siglo XX adoptaron el capitalismo se convirtieron en sociedades democráticas, abiertas y prósperas.

En cambio, cada régimen que rechazó el capitalismo en nombre del marxismo fracasó, y no por azar o por algún desafortunado error de los seguidores de Marx en la interpretación de sus doctrinas.

Al abolir la propiedad privada e instituir el control estatal de la economía, no sólo se priva a la sociedad del espíritu emprendedor necesario para su progreso, sino que también se anula la libertad misma.

Como el marxismo trata todas las contradicciones sociales como productos de una lucha de clases que desaparecerá en cuanto desaparezca la propiedad privada, una vez instituido el comunismo el disenso es imposible.

Por definición, cualquier cuestionamiento al nuevo orden es un resabio ilegítimo del orden opresivo que lo precedió.

Es decir que en los hechos, los regímenes marxistas han sido extensiones lógicas de las doctrinas de Marx.

Es verdad que, como dice Juncker, Marx (quien murió 34 años antes de la Revolución Rusa) no es responsable del Gulag; pero es innegable que sí sus ideas.

En su monumental estudio en tres volúmenes “Las Principales Corrientes del Marxismo”, el filósofo polaco Leszek Kołakowski, quien tras haber abrazado el marxismo en su juventud se convirtió más tarde en uno de sus más importantes críticos, señala que Marx no mostró casi ningún interés en las personas tal como son en la realidad.

Escribe: “El marxismo no presta atención al hecho de que los hombres nacen y mueren, que son hombres o mujeres, jóvenes o viejos, sanos o enfermos”.

Por tanto: “En su opinión, el mal y el sufrimiento no tenían sentido más que como instrumentos de liberación; eran puramente hechos sociales y no una parte esencial de la condición humana”.

El análisis de Kołakowski ayuda a explicar por qué los regímenes que abrazaron la doctrina mecánica y determinista de Marx, tuvieron inexorablemente que recurrir al totalitarismo al confrontar la realidad de una sociedad compleja.

Y aunque no siempre lo lograron por completo, los resultados siempre han sido trágicos.

Por su parte, Xi ve el desarrollo económico de China en las últimas décadas como una “prueba indiscutible” de la validez permanente del marxismo. Pero en cualquier caso, es exactamente lo contrario.

Recordemos que la China del comunismo puro produjo la hambruna y el terror del “Gran Salto Adelante” y de la “Revolución Cultural”.

La decisión de Mao de expropiar tierras y empresas, tuvo resultados desastrosos y fácilmente predecibles; más tarde, el Partido Comunista de China abandonó esa postura doctrinaria.

Con el sucesor de Mao, Deng Xiaoping, el PCC inició la gran “apertura” económica de China.

A partir de 1978 comenzó a reinstaurar la propiedad privada y a permitir la creación de empresas. Y los resultados han sido prácticamente espectaculares.

Si algo demora el desarrollo de China en la actualidad, es el residuo de marxismo que todavía es visible en las ineficientes empresas estatales y en la represión del disenso.

El sistema centralizado de partido único de China, es sencillamente incompatible con una sociedad moderna y diversa.

Doscientos años después del nacimiento de Marx, es buena idea pensar en su legado intelectual. Pero no para celebrarlo, sino para inmunizar a nuestras sociedades abiertas contra la tentación totalitaria que acecha en sus erradas teorías.

Por qué el régimen de Maduro arremete contra el banquero de mayor fortuna de Venezuela y España

Juan Carlos Zapata, ALnavío

Para un gobierno que ha agotado el discurso político, que ya no puede vender esperanzas, incapaz de manejar la crisis económica y social, y sin una oferta electoral que sea atractiva para sus propios seguidores, plantear una lucha contra el banquero de mayor fortuna de Venezuela y España, es tratar de construir un relato del bueno contra el malo, del pobre contra el rico, de la justicia contra la injusticia.

Es la consigna de la guerra económica, manejada y repetida desde el principio de los tiempos maduristas, que consiste en echarle la culpa del fracaso a los otros.

Escotet está al frente de Banesco en Venezuela y de Abanca en España / Foto: Abanca

Nadie. Nadie está seguro en Venezuela. Tampoco los bancos. Tampoco los banqueros. El gobierno de Nicolás Maduro ha consumado una de las amenazas pendientes, anunciando la intervención de Banesco, el banco de Juan Carlos Escotet, también presidente de Abanca en España. Sobre el instituto ya pendía la espada de Damocles, desde que Diosdado Cabello, uno de los factores de poder del régimen, anticipara que el gobierno podía adquirir la entidad. No la adquirió. La intervino, en principio por 90 días, han dicho las autoridades, pero se sabe cómo operan las dictaduras.

En 90 días Maduro se habrá reelecto luego de la farsa electoral del próximo 20 de mayo, y Banesco será un trofeo del poder.

Además, es usual entre los interventores encontrar problemas adicionales en las entidades intervenidas con el fin de eternizarse en el cargo, lo que el gobierno no rechazará mientras sirva al propósito de mantener bajo control a Banesco y, por ende, bajo amenaza a todo el sistema financiero.

Si el régimen no encontró elementos para plantear la compra, en cambio armó toda una operación con el fin de justificar la intervención, acusando al banco de Escotet de ser la plataforma de mafias que atentaban contra la moneda y contra la estabilidad económica.

Así, el gobierno abrió una averiguación -que llamó Operación Manos de Papel- que desencadenó en la detención de 11 ejecutivos de Banesco.

Lo que en principio la entidad tomó como una rendición de cuentas ante las autoridades, se transformó en una detención colectiva, en la que aparecen dos ejecutivos de nacionalidad española, hijos de inmigrantes.

Escotet se encontraba en Portugal atendiendo negocios y a la hora de conocer la evolución de los hechos partió hacia Caracas. Anunció a las autoridades de España que se desincorporaba de sus funciones en Abanca, lo que significa que está dispuesto a asumir los riesgos que implica concentrarse en el asunto Banesco.

La interventora designada es la viceministra de Finanzas, Yomana Koteich. Pero el verdadero poder detrás, son los cuatro figuras que han controlado la arremetida contra la institución: Cabello; el vicepresidente de la República, Tareck El Aissami; el fiscal designado por la Asamblea Constituyente de Maduro, Tarek Willian Saab, y el propio Maduro, quien siempre tiene la última palabra.

Diosdado Cabello anticipó que el Gobierno podía adquirir la entidad / Foto: ConElMazoDando

Para un gobierno que ha agotado el discurso político, que ya no puede vender esperanzas, incapaz de manejar la crisis económica y social, y sin una oferta electoral que sea atractiva para sus propios seguidores, plantear una lucha contra el banquero de mayor fortuna de Venezuela y España, es tratar de construir un relato del bueno contra el malo, del pobre contra el rico, de la justicia contra la injusticia.

Es la consigna de la guerra económica, manejada y repetida desde el principio de los tiempos maduristas, que consiste en echarle la culpa del fracaso a los otros.

Primero fue el Grupo Polar –el principal emporio agroindustrial del país– y ahora es Banesco, el banco líder; y en cuanto líder, creció más que el estatal Banco de Venezuela y supera a todos los demás en operaciones electrónicas, por lo que su plataforma tecnológica es un elemento apetecible para el gobierno.

Hay un antecedente

En el 2010, el gobierno de Hugo Chávez y bajo propuesta del poderoso ministro de economía de la época, Jorge Giordani, intervino 35 casas de bolsa con el argumento de defender la moneda, atacando a los culpables, arrestando a los agentes bursátiles, señalados de especuladores y conspiradores, pues atentaban contra el bolívar.

El procedimiento no solucionó la escalada del llamado dólar paralelo. Pero los ejecutivos bursátiles pagaron cárcel por tres años y perdieron su negocio.

Un trofeo para Diosdado Cabello

Escotet distribuyó un video en el que se queja de trato injusto y operación desproporcionada hacia el tren de ejecutivos del banco.

Pero ¿qué significan estas palabras en un régimen en el que no impera el Estado de derecho? ¿Cuánto pesan estas palabras y cuánto puede pesar la defensa que emprenda el banquero?

Ha dicho que regresa a Caracas a dar la cara. Y con ello, se coloca en riesgo de ser detenido.

 

Banesco es un objetivo específico de Cabello. Lo era cuando vivía Hugo Chávez; y este, sabiendo el peso de la institución en el sistema financiero, evitó que se procediera con la misma cirugía de ahora.

Entonces se podía correr el riesgo de una corrida bancaria que afectara todo el entramado bancario.

Hoy, el peligro de una corrida es más remoto, pues no hay dinero efectivo que sacar de los bancos –el bolívar tampoco vale nada- y las vías electrónicas están colapsadas. Tampoco puede hablarse de banco refugio. En esta incertidumbre, no lo hay en Venezuela.

Los bancos y los banqueros, como todos los factores que hacen vida económica, son agentes sin protección, desamparados, ante el autoritarismo y la dictadura.

De hecho, el gobierno aplica con Banesco una fórmula similar a la que aplica con la multinacional Chevron.

Se procede contra la petrolera deteniéndole dos ejecutivos, se les señala de traición a la patria, y el mensaje es claro, según fuentes de todo crédito: que Chevron acepte el ingreso en la sociedad que mantiene con la estatal PDVSA en el campo PetroPiar, a un nuevo socio, la compañía rusa Rosneft, algo a lo que aquella se ha negado desde hace más de un año.

Con Chevron, el gobierno construye el relato de la lucha contra el imperio. Con Polar y con Banesco, la lucha contra la burguesía poderosa y apátrida.

Hay un universo chavista que asume estas consignas como verdad. Es el universo atendido por el clientelismo gubernamental. Es el chavismo que apoya a Maduro y recuerda a Chávez de manera incondicional.

Por su parte, Maduro entiende que después de ser reelecto en elecciones fraudulentas, requiere del respaldo de todas las facciones chavistas para soportar un periodo que se le hará más convulso, más incierto, debido a la posición militante de la comunidad internacional y debido a que no va a encontrar ni en el corto ni en el mediano plazo, soluciones a los graves problemas –hiperinflación, hambre, desempleo, caída del PIB, derrumbe de la producción petrolera- que sufre el país, que sufren los venezolanos y que provoca el éxodo masivo hacia el exterior.

La intervención de Banesco es un trofeo que Maduro coloca en manos de Cabello, a quien complace -por ahora- porque para después tampoco se sabrá si esta alianza de facciones se mantendrá, ya que todo es incierto y nadie está seguro en Venezuela.

Bancos ni banqueros. Ni el mismo poder. Ni siquiera Nicolás Maduro.

El Cartel de PDVSA

Vladimiro Mujica, Noticiero Digital

En un lúgubre video que circula por las redes sociales se ve borrosamente el perfil regordete y sombrío, esposado y cabizbajo, de Nelson Martínez, alto gerente petrolero, arrestado por miembros de uno de los tantos brazos del estado policial venezolano.

Nelson Martínez, recién nombrado presidente de Pdvsa.

La voz en el video, probablemente la del Fiscal General impuesto por la inconstitucional ANC, utiliza la palabra Cartel para referirse a la organización delictiva que se había ido articulando en el seno de la corporación estatal petrolera venezolana.

La ola de arrestos y despidos de los altos mandos petroleros, que ha terminado por afectar al otrora todopoderoso Rafael Ramírez, ha sorprendido al país y ha llevado a muchos a preguntarse si el régimen venezolano, procediendo a través del fiscal Tarek William Saab, tiene en verdad la disposición de actuar contra la corrupción generalizada que se ha convertido en la marca de fábrica de la revolución chavista.

Yo tendería a creer que nada más remotamente alejado de la verdad.

Cuando regímenes como el venezolano, combinación de Estados policiales con dictaduras de nuevo cuño, controlados por verdaderas mafias de poder, actúan en contra de sus propios miembros, es normalmente por una de tres razones:

(1) Un grupo interno intenta desplazar a otro;

(2) Un grupo estaba intentando hacer negocios sin hacer partícipe a los otros;

(3) Se busca un grupo de chivos expiatorios para defender al régimen en su conjunto interna e internacionalmente.

La naturaleza de la operación CITGO, donde aparentemente se endeudó a la nación sin autorización formal del gobierno y la AN, y los otros elementos que están surgiendo, incluyendo la defenestración de Ramírez como embajador de Venezuela ante la ONU, permiten intuir que las acciones de la Fiscalía se inscriben en el esquema canónico 1+2+3, que se describe en el párrafo anterior.

Por supuesto que mucha gente no dejó de sentir un fresquito por ver a connotados chavistas recibir una dosis de su propia medicina de represión y violaciones de los derechos ciudadanos, al verlos expuestos “con los ganchos puestos”, ciudadanos civiles detenidos por un organismo de contrainteligencia militar, seguramente con órdenes judiciales a la medida.

Pero me temo que se trata de la ilusión de una simple operación gatopardiana, como argumentó Horacio Medina en una de sus infaltables notas diarias: cambiar para que todo quede igual.

Más allá de todas estas especulaciones sobre el verdadero significado del encausamiento de un grupo importante de gerentes de la industria petrolera, conviene examinar en retrospectiva el daño inmenso que 20 veinte de desgobierno chavista le ha causado a la actividad económica más importante de la nación.

Habría que comenzar apuntando que la maquinaria de desinformación del régimen ha intentado presentar durante años una historia fabricada según la cual fue Chávez quien nacionalizó la industria y la rescató de los malvados monopolios transnacionales para el disfrute de los venezolanos.

Nada más lejos de la realidad. El 29 de agosto de 1.975 el presidente Carlos Andrés Pérez puso el «ejecútese» a la Ley que reserva al Estado venezolano la industria y el comercio de los hidrocarburos, con lo cual quedó nacionalizada la industria petrolera. Ese hito de la odiada “IV República” marco un antes y un después en la historia venezolana.

Es aleccionador recordar que Pérez en una reunión con gerentes e ingenieros de la industria les preguntó si ellos le aseguraban que la industria seguiría funcionando si la ponía en manos venezolanas. La respuesta fue un “Si” responsable y sobrio en buena medida determinado por el hecho de que esos ingenieros y gerentes se habían formado en las universidades venezolanas y en programas de transferencia tecnológica y de conocimientos con las operadoras internacionales.

La industria petrolera fue uno de los pocos proyectos con continuidad institucional en Venezuela, protegida en buena medida de los vaivenes políticos por un acuerdo no escrito entre los principales partidos de respetar su independencia.

Avergüenza y deprime hacer una comparación entre los cuadros y el desempeño de PDVSA en sus años dorados, cuando estaba entre las primeras corporaciones petroleras del mundo, y la empresa en harapos, al borde de la insolvencia financiera y técnica que el chavismo le legará a los venezolanos.

De hecho, a lo que hemos asistido durante la era chavista es a una acción sostenida de desnacionalización cuyas manifestaciones más evidentes son las negociaciones con Rusia y China, y que se ha traducido, entre otras cosas, en que la proporción de la producción de las operadoras extranjeras es superior a la venezolana.

Acciones realizadas bajo un espeso manto de turbidez que impide tener información completamente confiable. PDVSA incumple desde hace años la ley de BCV y muchas de la información sobre producción petrolera solamente se puede obtener en organismo internacionales que hacen seguimiento al comercio de hidrocarburos.

Se sabe la enorme magnitud del endeudamiento con chinos y rusos, realizado en buena medida sin la aprobación de la AN; se sabe de las condiciones leoninas de venta de petróleo a futuro acordadas con los chinos; se sabe de la entrega vergonzosa de tecnologías desarrolladas en Venezuela como la Orimulsión; se sabe algo de las condiciones recientes de entrega de instalaciones de operación de la industria a manos rusas y chinas.

Se sabe, en fin, que en una pornográfica operación orwelliana el régimen chavista ha hipotecado crecientemente nuestra industria en manos extranjeras, y la llevado a un estado casi terminal de endeudamiento y precariedad tecnológica, a la par que se presenta como paladín revolucionario del rescate del petróleo para el pueblo.

Capítulo aparte en esta epopeya de guerra contra su propio pueblo que el régimen chavista ha llevado en el ámbito petrolero, es la destrucción del recurso humano y tecnológico venezolano.

Esta horrenda y monstruosa operación comenzó, sin duda, con el despido en 2002-2003 de unos 20.000 trabajadores de la industria petrolera a raíz de lo que se convocó inicialmente como un Paro Cívico Nacional y terminó siendo llamado por chavistas y opositores como el Paro Petrolero.

Al margen de las múltiples inconsistencias del liderazgo opositor en la ejecución y conducción de esta acción, está el hecho de que la barbarie gubernamental descabezó a la industria y la despojó su más importante activo: sus trabajadores, gerentes e ingenieros calificados.

La anocracia revolucionaria, no solamente la emprendió contra el personal de la industria sino contra las universidades e institutos de investigación.

Especial mención requiere la destrucción de INTEVEP como centro de apoyo tecnológico a PDVSA y su conversión en una escuela de cuadros del chavismo.

La hecatombe de destrucción de la industria “meritocrática” y su reemplazo por una industria convertida en caja de financiamiento del presupuesto paralelo del gobierno, usado para financiar sus operaciones clientelares políticas internacionales y de populismo en Venezuela, lanzó al éxodo a miles de nuestros mejores hombres y mujeres, que habían surgido en nuestra industria y que ahora contribuyen con su esfuerzo a la vida de otras naciones.

Es mucho más que el encarcelamiento de unos gerentes y el escándalo que ello trae, presentado como una operación moralizadora, lo que la pseudo-revolución chavista le adeuda a los venezolanos de hoy y a las futuras generaciones que tendrán que conducir la ciclópea tarea de recuperar Venezuela.